1) el nenúfar y el árbol


¿Es el evangelio relevante para interpretar los hechos que conmueven hoy a la humanidad? ¿Hay alguna relación entre la fe cristiana – la fe bíblica - y la historia de las naciones? ¿Nos dice algo sobre su desenlace final? ¿Es una guía confiable para nuestros días?


Hoy es común pensar que la fe cristiana es algo que pertenece al plano de lo íntimo, a nuestra privada relación con Dios, y que existen herramientas mas propias para el análisis de la historia fuera de los recintos acotados en donde se mueve nuestra fe. Esto es uno de los presupuestos del “laicismo”. Y las preguntas propuestas al inicio no se refieren solo al impacto de la predicación del evangelio en las naciones. Este anuncio de que vendría un Reino, formulado con urgencia y vinculado siempre a un mensaje de salvación personal, impactó a todas las naciones de la tierra cambiando la historia al punto de dividirla en dos eras: A.C. y D.C. . ¡Vaya si fue un hecho histórico trascendente! Pero por grande que haya sido y es el impacto de la predicación mundial del evangelio no nos referimos a esto exclusivamente, sino a si existe en el relato bíblico algo anterior al “evangelio” que muestre un fluir persistente de un Propósito en la historia. Esto es, si hay un Plan que abarque milenios y que nos permita percibir un Pulso constante, una mano firme, que está llevando la historia a un fin. ¿Estamos todos a la deriva, presos de nuestras propias doctrinas políticas, o existe un Puerto Seguro para la atribulada nave que hoy nos zarandea?


Según la forma mas corriente de exponer la fe cristiana, lo que llamamos sintéticamente “evangelio” fue un mensaje que vino inicialmente dirigido a los judíos – palabra que siempre suponemos sinónimo de “israelitas” - anunciando la manifestación de “su” Mesías esperado en la historia de los hombres. Pero – se dice - como los judíos rechazaron a “su” Mesías, entonces el anuncio del Mesías prometido a ISRAEL se “redirigió” y fue anunciado a los “gentiles” siguiendo el sentido opuesto de los presupuestos básicos del AT. Esto quiere decir que un haz de profecías - como un rayo láser - dirigidas con precisión y detalle a la descendencia de Abraham, erró el blanco propuesto. Y entonces algunas hebras de ese haz – unas si pero otras no - finalmente fueron a iluminar a aquellos que no eran pueblo de YaHVéH.


Pero si esta enorme incongruencia fuera verdad se pondría en riesgo la integridad y credibilidad del relato bíblico. En el nos encontramos con un Dios que hace un solemne Pacto con un pueblo al que saca de la esclavitud de Egipto con señales y portentos y lo convierte en pueblo electo, gente separada para Él. Y a este pueblo Le dicta de Su propia mano leyes y estatutos en los cuales figura la separación de las naciones ajenas a Él, los “gentiles”. Luego hay un intermedio de unos 400 años y cuando se reanuda el relato acontece la manifestación de Dios en la carne, a “semejanza de hombre” – Jesús – que obra un sacrificio de expiación por los pecados de Su pueblo y de todos los hombres que conmueve los siglos. Pero también hace un Nuevo Pacto sellado con la sangre de la cruz que aparentemente no contiene al pueblo del AT. Y de este modo aparentemente deja truncas centenas de profecías. Y se nos dice entonces que debemos “reinterpretar” el relato bíblico como dirigido ahora a aquellos que no eran Su pueblo en el AT: los gentiles.


Por supuesto que en este libro afirmamos la integridad, continuidad e infalibilidad del Propósito del Dios de la Biblia en la historia. Y pretendemos mostrar como este nos abraza a todos y pone a nuestra disposición un futuro bendito si atendemos a Su consejo. Pero estamos en la hora de levantar la incongruencia incomprensible que señalamos brevemente mas arriba.


En las “iglesias de Cristo” se nos ha enseñado que en donde en el AT se lee “Israel” se debe entender que allí se está haciendo referencia a “la iglesia” - entidad que se le concibe como una unidad: “la iglesia” – y que parece en todo ajena a ISRAEL excepto por la adoración de su Mesías como Señor y Dios. ¿Qué nos autoriza a semejante exegesis? ¿No percibimos que en esto hay algo que no está bien explicado? Es como si el evangelio fuera un nenúfar flotando en un estanque. Una flor de seductora belleza que irrumpe en la superficie de aguas inmóviles sin referencia de su pasado. Esto es, el evangelio nos parece una espléndida novedad que irrumpe en la historia sin necesitar del pueblo del AT que es sustituido por los “gentiles”, el no-israelita, dejando al pueblo de Abraham, Isaac y Jacob como una referencia inmóvil de su pasado. El río que venía fluyendo desde el AT parece que se estanca de pronto.