LAS FUERTES RAÍCES DEL EVANGELIO
1) el nenúfar y el árbol
1) el nenúfar y el árbol
¿Es el evangelio relevante para interpretar los hechos que conmueven hoy a la humanidad? ¿Hay alguna relación entre la fe cristiana – la fe bíblica - y la historia de las naciones? ¿Nos dice algo sobre su desenlace final? ¿Es una guía confiable para nuestros días?
Hoy es común pensar que la fe cristiana es algo que pertenece al plano de lo íntimo, a nuestra privada relación con Dios, y que existen herramientas propias para el análisis de la historia que no los recintos acotados en donde se mueve nuestra fe, la fe de la cristiandad. Y las preguntas no se refieren solo al análisis histórico del impacto que tuvo la predicación del evangelio en las naciones. Este anuncio de que vendría un Reino que cerraría el devenir de las naciones, formulado con urgencia y vinculado a un mensaje de salvación personal que pronto tomo mas relevancia que el anuncio del Reino, comenzó en la tercera década de nuestra era, en Jerusalem, e impactó a todas las naciones de la tierra cambiando definitivamente el mundo dividiéndolo en dos eras: A.C .y D.C. . ¡Vaya si fue un hecho histórico trascendente! Pero por grande que esto haya sido y sigue siéndolo nos referimos a si hay algo anterior a esto y que lo incluye que muestra un fluir persistente en el seno de la historia. Nos preguntamos si hay un plan “macro” que abarque milenios y que nos permita percibir un pulso constante. Si hay un Propósito actuando en ella destinado a alcanzar algún fin. ¿Estamos a la deriva, presos de nuestras propias doctrinas políticas, económicas, sociales y culturales, de encuentros y desencuentros, o existe un Puerto Seguro para la atribulada nave que hoy nos zarandea?
Según la forma mas corriente de exponer la fe cristiana, aún en las “iglesias de Cristo”, lo que llamamos sintéticamente evangelio fue un mensaje que vino inicialmente dirigido a los judíos – palabra que suponemos sinónimo de “israelitas” - y que anuncia la manifestación de “su” Mesías en la historia. Pero como los judíos lo rechazaron, entonces el anuncio del Mesías prometido a ISRAEL se “redirigió” y vino a ser anunciado a los “gentiles”. Esto quiere decir que un haz concentrado de profecías que todos los cristianos declaramos divinamente inspiradas - y por tanto infalibles – dirigidas con precisión y detalle a la descendencia de Abraham, erró el blanco. Y algunas hebras de ese haz – unas si pero otras no - finalmente fueron a iluminar a aquellos que “no eran Su pueblo”. Si esta enorme incongruencia fuera verdad pondría en riesgo la integridad del relato bíblico. En el nos encontramos en la primera parte con un Dios que hace un solemne Pacto con un pueblo que Él saca con señales y portentos de Egipto para convertirlo en pueblo electo. A este pueblo liberado por su “brazo extendido” de una penosa esclavitud Le dicta de Su propia mano leyes y estatutos en los cuales – entre otras cosas importantes - les ordena su separación de las naciones. Luego hay un intermedio de unos 400 años y cuando el relato se reanuda c0n la manifestación de Dios hecho carne – Jesús - y un sacrificio de expiación que conmueve los siglos este Le vuelve la espalda a Su pueblo dejando aparentemente truncas centenas de profecías que se nos dice que debemos “reinterpretar” como dirigidas a aquellos que no eran Su pueblo en el A.T.. ¿Podemos confiar que un Dios que parece ser tan débil en hacer cumplir Su Propósito con Su propio pueblo? ¿Pueden Sus Palabras una guía segura para interpretar la historia?
Por supuesto que en este libro afirmamos la integridad, continuidad e infalibilidad del Propósito del Dios de la Biblia en la historia. Y pretende mostrar como este nos abraza a todos y pone a nuestra disposición un futuro bendito si atendemos a Su consejo. Pero estamos en la hora de levantar la incongruencia incomprensible que señalamos mas arriba
En las “iglesias de Cristo” se nos ha enseñado que en donde en el A.T. se lee “Israel” debe entenderse que allí se está haciendo referencia a “la iglesia”, entidad que se le concibe como una unidad: “la iglesia”, que parece ajena en todo a “Israel” excepto por la adoración de su Mesías. ¿Qué nos autoriza a semejante exegesis? ¿No percibimos que en esto hay una confusión, algo que no está bien explicado? Y sin embargo esa ha sido la exégesis “oficial” en nuestras iglesias durante casi 2.000. Es como si el evangelio fuera un nenúfar flotando en un estanque. Una flor de seductora belleza, una agradable sorpresa que irrumpe en la superficie de aguas inmóviles. Del mismo modo, el evangelio nos parece una espléndida novedad que irrumpe en la historia sin necesitar de “Israel”, que queda como una referencia inmóvil de su pasado.
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Dice Isaías 41:4 hablando a pueblos lejanos:"¿Quién ha realizado esta obra?
¿Quién, desde el principio,
ha ordenado el curso de la historia?
Yo, el Señor, el único Dios,
el primero y el último".
Aquí Dios nos dice que Él es Quien “ha ordenado el curso de la historia” y es “el primero y el último”. Esto es una de las principales reivindicaciones del Dios de la Biblia. Él afirma que tiene el control de la historia y que la va a llevar infaliblemente a su culminación: el Reino mesiánico - el Reino de Dios - en donde se cumplirán todas las profecías atesoradas en el A.T.. Podemos concebir “dioses” ajenos a la historia, que se manifiesten en un plano únicamente espiritual, pero este NO es el caso del Dios de la Biblia. Mas adelante, en Isaías 46:9-10 leemos:
"...porque yo soy Dios... que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: ‘Mi plan permanecerá y haré todo lo que quiero’...”
y en seguida agrega: “lo he pensado, y también lo llevaré a cabo".
El evangelio debe de ser coherente con la totalidad de la palabra profética, y debe de tener raíces firmes y evidentes en todo el texto bíblico, sin reticencias ni “reinterpretaciones”. Y ha de poderse visualizar pasado, presente y futuro como una continuidad indisoluble a semejanza de un árbol recio, el cual muestra su tronco como consecuencia evidente de las raíces que se insinúan en su base. En el árbol lo que se ve, nos habla de lo que no se ve, tal como lo muestra el dibujo celta de árboles que mostramos al inicio. Los celtas dedicaban una atención muy especial a los árboles, de algún modo el centro de su cultura, en los que visualizan siempre sus raíces y tal vez veremos mas adelante porqué. Si en el evangelio no advertimos la divina obstinación que percibimos en el Dios del AT, o pensamos que son en algo diferentes – cuando son Uno solo - no podremos decernir con claridad reforzada el coronamiento final de la historia, consecuencia evidente de mojones plantados a lo largo de los tiempos que no pueden ser movidos por nadie, la mayoría de los cuales están en el AT.
En estos días en que todos los parámetros y paradigmas parecen ser sustituidos a una velocidad de vértigo, y cuando el hombre de la calle se pregunta no sobre lo que sucederá de aquí a diez años, sino de aquí a tres meses sería bueno decirle que existe ese árbol representativo de la verticalidad del Propósito de Dios en la historia, a cuya sombra podemos acogernos.
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